La Democracia Fracasada
Introducción
En un ensayo anterior
Es la democracia ilimitada la que
posibilita a este monstruo; porque supongamos que exista un estado limitado que
solo tenga facultades para inmiscuirse en temas de seguridad y justicia ¿A quién
le importaría que existan los populistas? ¿Quién tendría un interés genuino en
ser un líder populista si sabe de antemano que no podrá sobrepasar esos límites?
El populismo es tan solo la herramienta que conduce a un autoritarismo de muchos.
La base de esta herramienta es la democracia.
Como primera consideración hay
que tener en cuenta que la democracia no es mas que un sistema cuya finalidad
es hacer cambios de poder de manera pacífica. Ninguna otra cosa. Esto significa
que no es condición suficiente para que un acto de gobierno sea legítimo. A lo
sumo es condición necesaria. Esto se debe a que los derechos del individuo no
están sujetos a votación pública; una mayoría no tiene el derecho de eliminar
por votación los derechos de una minoría; la función pública de los derechos
es, precisamente, la de proteger a las minorías de toda opresión ejercida por
las mayorías (y la más pequeña minoría de la tierra es el individuo)
Es lo que Hayek describía así:
“La trágica ilusión consistía en creer que adoptando
procedimientos democráticos se podía renunciar a todas las demás limitaciones
del poder del gobierno. Y así, se promovió también la creencia de que el
“control del gobierno” por parte del cuerpo legislativo elegido
democráticamente sustituiría a las limitaciones tradicionales.”
Ocurre que el sistema
democrático, por si solo, es incapaz de poner coto suficiente a las pulsiones
totalitarias que contiene todo estado de derecho en su seno. El leviatán por
mas encadenado que esté sigue siendo tal, aunque que lo maneje uno o mil sigue
siendo tal. Para que deje de ser un leviatán, hay que cortarle la cabeza. Estas
fueron las palabras de José Benegas hace algunos años, nada cambió.
Hasta aquí podemos dividir el análisis
en dos:
-La decisión de la mayoría.
-El poder legislativo.
La
decisión de la mayoría
Para adentrarnos en este tema
tenemos que remontarnos a obra de Rousseau. La sociedad, en su visión, se
basaba en un contrato en el cual cada individuo se somete a la “voluntad
general”, que sería una abstracción parecida a lo que los populistas llaman hoy
“voluntad del pueblo”. Para esta doctrina, la entrega al poder de la autoridad
que supuestamente encarna e interpreta “la voluntad general” debe ser completa.
De este razonamiento extraemos
dos concusiones: La primera es que toda la población queda sometida
voluntariamente[1] a
la decisión de la mayoría, aun cuando contraríe sus fines individuales; la
segunda es que esta mayoría va a ser representada por alguien mas que, ya
dijimos, no encuentra limite en las intenciones individuales. Aquí tenemos una
trampa. No hay tal cosa como “voluntad de la mayoría” ya que no es más que la
sumatoria de varias “voluntades individuales”[2].
Y si dijimos que esa voluntad de la mayoría (ficción), no puede ser contrariada
por las voluntades individuales (reales) y, a su vez, será representada por una
única autoridad, concluimos que esa autoridad tiene facultades ilimitadas en
nombre de una ficción. Decía Hitler, justificándose:
“Hay verdades que están a la vista de todos que,
precisamente por eso, el vulgo no las ve o por lo menos no las reconoce.”
Aún más, este hombrecillo no
ignoraba lo frágil y manipulable que es esta “voluntad de la mayoría”. Decía
que “la capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no
menos pequeña es su facultad de comprensión, en cambio es enorme su falta de
memoria”
El poder
legislativo
Como explicaba el párrafo que de
Hayek que citamos en la introducción, existe la creencia de que un cuerpo
legislativo elegido democráticamente es garantía suficiente. La pregunta es ¿Al
legislador quién lo controla? “La Constitución”, dirá algún irresponsable. El
problema de nuestra Carta Magna es que puede ser reformada en el todo o en
cualquiera de sus partes, y cuando quien la redactó quiso advertirnos acerca de
cómo podía ser derogada por la legislación común hicimos caso omiso.[3]
El poder legislativo tampoco
puede ser ilimitado. No hay diferencia alguna entre la existencia de un tirano
y trescientos veintinueve tiranos; el leviatán sigue siendo leviatán. Y menos
seguro es si tenemos en cuenta su actual estructura. Todo pequeño grupo de
interés puede hacer que se atiendan sus reclamaciones, no convenciendo a la
mayoría de que estas son justas o equitativas, sino amenazando con no dar el
apoyo necesario a ese núcleo de individuos que quieren construir una mayoría
Otro inconveniente es presentado
por la periodicidad de los cargos y la elección popular. De esta manera,
conceder gratificaciones a costa de alguien que no se puede identificar
fácilmente se convirtió en el modo más fácil de conseguir el apoyo de la
mayoría
a) Todo
es legislable
“Fatal es la ilusión en que cae un
legislador cuando pretende que su talento y voluntad pueden mudar la naturaleza
de las cosas, o suplir a ella sancionando o decretando creaciones”
Fueron las palabras de Bernardino
Rivadavia el 8 de febrero de 1826, con motivo de recibirse de presidente. Casi
dos siglos atrás ya era considerada absurda la idea de que todo se soluciona
con leyes. Pareciera que frente a cada problema la gente propone que sea
resuelto con una nueva ley no para asignar derechos mas eficientemente sino
como puro reglamentarismo que, al mejor estilo masoquista, los lesiona; como si
el chaleco de fuerza otorgara mayor capacidad de movimiento y creatividad. Bien
ha expresado Planiol que “la inflación de las leyes se traduce en la
depreciación de la ley”
b) La
gente es propiedad del estado
Esta idea esta tan naturalizada
que ni siquiera la notamos. Si un hombre especula sobre que debería hacer la
“sociedad” (el estado) por los pobres, al hacerlo acepta la premisa colectivista
de que la vida de los hombres pertenece a la sociedad (el estado)
La diferencia entre una sociedad
de hombres libres y una sociedad totalitaria consiste en que en la primera esto
(administración) se aplica solo a una determinada cantidad de recursos
destinados específicamente a objetivos del gobierno, mientras que en la otra se
aplica a todos los recursos de la sociedad, incluidos los propios ciudadanos
“Por eso la gente joven se identificaba con un coro que
decía de orgullosa sumisión:
Acá están, estos son
Los
muchachos de Perón
Y las mujeres se sentían acaso liberadas del piletón, la
prole y el Primus cuando voceaban:
Sin corpiño y sin calzón
Somos
todas de Perón.”
Conclusión
Solo queda
por resaltar que esta crítica no esta dirigida a la democracia en sí, sino a su
aplicación ilimitada como base del populismo. Compartimos con Hayek que, puesto
que es el único método hasta ahora conocido para el cambio pacífico de
gobierno, sigue siendo precioso y merece a pena luchar por él.
Bibliografía
Alberdi, Juan Bautista. Las Bases. Editorial
Terramar, 1852.
Alvarez, Gloria, y Axel
Kaiser. El Engaño Populista. Bogotá: Editorial Ariel, 2016.
Benegas Lynch (h),
Alberto. Las Oligarquias Reinantes. Editorial Atlantida, 1999.
Cefalek, Por. La
Gaceta Liberal. 23 de Enero de 2019.
https://lagacetaliberal.blogspot.com/2019/01/populismo-la-ignorancia-como.html.
Hayek, Friedrich A. Derecho,
Legislacion y Libertad. Vol. III. III vols. Union Editorial, 1979.
Hitler, Adolf. Mi
Lucha. Landsberg am Lech: Editorial Temas Comteporaneos, 1924.
Luna, Felix. El 45.
Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1971.
Rand, Ayn. La Virtud
del Egoismo. Plastygraf, 1961.
[1] En
virtud de un contrato social, el cual no sabemos cuándo ni dónde se firmó.
[2] El
uso de comillas responde a que no existe tal cosa como una voluntad que no sea
individual.
[3]
Nos referimos a la obra de Alberdi, Sistema económico y rentístico de la
Confederación Argentina según su Constitución de 1853.
[4] La
elección del término “ideas” responde a que este comportamiento no es exclusivo
de los gobernantes.
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