Dia Internacional del Trabajador

            


                   Día internacional del trabajador


INTRODUCCIÓN

Carpintero, cerrajero, cocinero, mecánico, albañil, plomero, obrero, escritor, vendedor, repartidor, cajero, carnicero, animador, chófer, peluquero, verdulero, leñador, policía, panadero, abogado, médico, cirujano, ingeniero, historiador, contador, economista, biólogo, docente, matemático, arquitecto, profesor, periodista, físico, sociólogo, químico, politólogo. Podemos estar mucho tiempo nombrando los distintos oficios y profesiones, felicitándolos uno por uno o aplaudirlos en días y horarios determinados.
 En este Labor Day (como todos los 1 de mayo cada año) el mundo saluda a los incansables, a los que producen a los que le ponen el pecho a la realidad con la esperanza de progreso y dignidad. Ahora bien, antes de explicar la efeméride del día, hablar de los Mártires de Chicago, Haymarket y el congreso de la Segunda Internacional de Paris, desde GALT queremos saludar a todos los trabajadores y en especial a los que están sufriendo esta cuarentena y no pueden poner un plato de comida en la mesa porque les restringen el derecho a trabajar. Estamos con ustedes monotributistas, manteros y dueños de Pymes.


OCHO HORAS PARA EL TRABAJO, OCHO PARA EL SUEÑO Y OCHO PARA LA CASA


Fines del siglo XIX durante el apogeo post revolución industrial y la expansión de las urbes fabriles, los trabajadores no solían disfrutar su vida. Eran esclavizados, no tenían ningún derecho y no podían disfrutar con la familia. Vivian para la fábrica en jornadas de 12, 16, y hasta 18 horas seguidas de trabajo. Era tan grave la situación que la única limitación que había en algunos Estados era la prohibición de que una persona trabajara 18 horas seguidas sin una causa justificada con una multa de 25 dólares por obligar al empleado a esa jornada. Hubo varios movimientos en el mundo que luchaban por la reducción horaria hasta el punto de inflexión en el nuevo mundo que fue la Ley Ingersoll[1] Promulgada en 1868 por el presidente Andrew Johnson [2] estableció la jornada de ocho horas, aunque con cláusulas que permitían aumentarla a 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, las organizaciones laborales y sindicales se movilizaron para hacerla cumplir. La prensa calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas», y manifestando que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».
Los trabajadores no tenían reglas claras y sus derechos se veían vulnerados. En ese contexto, el 1 de mayo de 1886 se inició en Chicago, epicentro industrial de Estados Unidos, una huelga que se terminó expandiendo al resto del país.
Comenzaron manifestándose unos 80.000 trabajadores. Y la cifra aumentó cuando casi medio millón de obreros se unieron al paro en 5000 huelgas en todo el país. Tras varios episodios de represión policial contra los huelguistas, donde incluso hubo muertos, se convocó a una manifestación en Haymarket Square. Allí una persona que nunca fue identificada arrojó una bomba incendiaria contra las fuerzas policiales que mató a 7 policías e hirió a 60 uniformados. Las fuerzas de seguridad reprimieron con disparos, dejando un saldo de muertos y heridos entre los trabajadores. Aquella jornada pasó a la historia como la "Revuelta (o Masacre) de Haymarket".


HAYMARKET RIOT


Luego de la Ley Ingersoll los empresarios respondieron impulsando un conjunto de leyes para poder lograr que los trabajadores sigan trabajando más de 8 horas. De hecho, diecinueve estados sancionaron leyes que permitían trabajar jornadas máximas de ocho y diez horas (aunque siempre con cláusulas que permitían hacer trabajar a los obreros entre catorce y dieciocho horas). Las condiciones de trabajo eran similares, y las condiciones en que se vivía seguían siendo insoportables. Por ende, los trabajadores se organizan y llaman a la huelga para el primero de mayo de 1886 a pesar de no ser apoyados por La Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (la principal organización de trabajadores en EUA). Esta remitió una circular a todas las organizaciones adheridas donde manifestaba: “Ningún trabajador adherido a esta central debe hacer huelga el 1° de mayo, ya que no hemos dado ninguna instrucción al respecto”.
El 1 de mayo de 1886 los trabajadores empezaron la huelga, mientras que otros 400 000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro. En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peores que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron en los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick, que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad para la construcción de una iglesia. El día 2 la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas. Cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los esquiroles, comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente, causando seis muertos y varias decenas de heridos.
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el 4 de mayo, a las cuatro de la tarde, en Haymarket Square. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para celebrar un acto a las 19.30.
El 4 de mayo a las 21:30, el alcalde, quien había estado presente en el acto de Haymarket Square para garantizar la seguridad de los obreros, dio por terminado este. Pero el mismo siguió con gran parte de la concurrencia (más de 20.000 personas). El inspector de la policía, John Bonfield, consideró que habiendo terminado el acto no debía permitir que los obreros siguieran en ese lugar, y junto a 180 policías uniformados avanzó hacia el parque y empezó a reprimirlos. De repente estalló entre los policías un artefacto explosivo que mató a un oficial de nombre Degan y produjo heridas en otros. La policía abrió fuego sobre la multitud, matando e hiriendo a un número desconocido de obreros. Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y en los días siguientes se detuvo a centenares de obreros, los cuales fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía. Se realizaron cantidad de allanamientos y se descubrieron arsenales de armas, municiones, escondites secretos y bombas caseras.


LOS MÁRTIRES DE CHICAGO ENJUICIADOS


Luego de los hechos mencionados más arriba el Estado necesitaba castigar a estos “insurrectos traidores de la patria”. Pese a que se arrestan a centenares de obreros inicialmente quedaron imputadas treinta y una personas, pero finalmente los acusados fueron ocho: Adolph Fischer, Augusto Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe, todas destacadas figuras de la Internacional. (Asociación Internacional de Trabajadores)
El juicio, que comenzó el 21 de junio, fue una farsa desembozada. El juez dispuso que fuese colectivo, lo que constituía una anomalía que permitía la inclusión de todo tipo de pruebas contra los acusados. Los miembros del jurado no fueron elegidos mediante el procedimiento usual. Fueron seleccionados por un funcionario estatal y confirmados como jurados incluso después de manifestar abiertamente que tenían una opinión formada contra los acusados, algo inadmisible en un juicio imparcial. Uno de ellos confesó incluso que era pariente de una de las personas heridas por la bomba.
Durante el juicio no se logró la identificación de la persona que arrojó el artefacto explosivo. Por lo tanto, resultó imposible establecer los vínculos entre éste y los imputados. Pero esto no pareció importar demasiado. Se intentaba escarmentar en estos ocho acusados a la clase trabajadora en su conjunto. El fiscal Grinnel lo expuso sin tapujos en su arenga final el 11 de agosto de 1886: “Estos hombres han sido seleccionados porque fueron líderes. No fueron más culpables que los millares de sus adeptos. Señores del jurado: ¡declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad!”
El 28 de agosto el jurado dictó sentencia. Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel debían ser colgados, en tanto Neebe fue condenado a 15 años de prisión. Pero Fielden y Schwab solicitaron el perdón al entonces gobernador de Illinois, Oglesby, quien accedió a conmutarles la pena por prisión perpetua. Los otros cinco exigieron la libertad o la muerte.
El 11 de noviembre de 1887 cuatro de ellos –Parsons, Spies, Fischer y Engel- fueron ahorcados. Lingg se había suicidado el día anterior detonando una bomba casera sobre sí mismo. No tardaron en ser recordados como los “mártires de Chicago”.

REFLEXIÓN

Siempre el trabajador, el laburante, el monotributista es el último orejón del tarro cuando en realidad es quien sostiene la economía. Son los cimientos del país y quienes sostienen el lujoso modo de vida de aquellos que no hacen nada más que ser un gasto. Son quienes mediante la represión más espantosa y vil de todas son exprimidos y privados de lo más importante que tiene el humano: dignidad. La presión impositiva los reduce a vivir al día, a estar imposibilitados de progresar a no poder ser propietarios mientras los que velan por sus “derechos” viven una vida de lujo. El Labor Day es para el laburante, no para el sindicalista. El Labor Day es para el mantero de la villa 31 que exige poder trabajar sin que la policía lo reprima. El Labor Day es para el que se arriesga, abre un kiosquito y trabaja 12 horas sin para para bancar al estado gigantesco e insostenible. Son los que se bancan la inflación, inseguridad e ineficiencia de la casta política. Feliz día. Otra Haymarket riot es posible y debemos impulsarla. Solo que esta será “La Rebelión del Atlas”. Ya ha comenzado…

“El hombre (cada hombre) es un fin en sí mismo, no el medio para los fines de otros. Debe existir por su propio esfuerzo, sin sacrificarse a otros ni sacrificar a otros para sí mismo. La búsqueda de su propio interés racional y de su propia felicidad es el más alto propósito moral de su vida”
Ayn Rand “La rebelión del Atlas” 1957



[1] Artículo 1.º La jornada de trabajo se fija en ocho horas para todos los jornaleros u obreros y artesanos que el Gobierno de los Estados Unidos o el Distrito de Columbia ocupen de hoy en adelante. Sólo se permitirá trabajar como excepción más de ocho horas diarias en casos absolutamente urgentes que puedan presentarse en tiempo de guerra o cuando sea necesario proteger la propiedad o la vida humana. Sin embargo, en tales casos el trabajo suplementario se pagará tomando como base el salario de la jornada de ocho horas. Este no podrá ser jamás inferior al salario que se paga habitualmente en la región. Los jornaleros, obreros y artesanos ocupados por contratistas o subcontratistas de trabajos por cuenta del Gobierno de los Estados Unidos o del Distrito de Colombia serán considerados como empleados del Gobierno o del Distrito de Columbia. Los funcionarios del Estado que deban efectuar pagos por cuenta del Gobierno a los contratistas o subcontratistas deberán cerciorarse, antes de pagar, de que los contratistas o subcontratistas hayan cumplido sus obligaciones hacia sus obreros; no obstante, el Gobierno no será responsable del salario de los obreros. Ley Ingersoll 1868
[2] Presidente de los Estados unidos de América entre 1865-1869

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