Populismo: la ignorancia como guardiacarcel

El populismo se trata de un enemigo que con saña ataca nuestra libertad sumergiendo a nuestros países en crisis de matices amplios: polarización ideológica, déficit fiscal, desempleo, etc. Corresponde entonces analizar a nuestro enemigo, su anatomía, su manera de pensar, la forma en la que acecha nuestras libertades individuales hasta asfixiarlas convenciéndonos de que nos hace un favor.
En primer lugar, existen una serie de mitos, claramente refutables, sin los cuales el populismo no resistiría el menor análisis. Sin embargo, entendemos que todos esos mitos pueden verse acaparados por uno solo:

Libertad vs Igualdad
Estos dos valores son vitales para la vida humana, forman parte de la esencia misma del hombre. Al punto de tener ambos un reconocimiento en el mayestático artículo primero de la declaración de los derechos humanos:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

A prima facie constituyen valores perfectamente conciliables. No obstante, en un análisis un poco más profundo, resultan opuestos. Es decir, en un estado donde prime el liberalismo en términos políticos y económicos vamos a ver que las desigualdades afloran sin ninguna clase de obstáculo. Caso contrario, si dirigimos la mirada hacia un estado donde la igualdad sea la base que sostenga su ordenamiento, como un estado comunista, vemos que las libertades individuales forman parte de un cuento de ciencia ficción.
He aquí el primer mito: considerarlos valores antagónicos. Y la única forma de llegar a esta conclusión es entendiendo la igualdad en términos materiales y no formales. Si repasamos el artículo mencionado veremos que la igualdad recae en “dignidad y derechos” y no en propiedad privada. Este concepto está reconocido, particularmente, en nuestra constitución en su artículo 16. Pero solo al entender la igualdad en términos materiales puede sostenerse la obsesión igualitarista que tanto ha caracterizado a los partidos populistas y sobre la cual habremos de referirnos más adelante.[1]

Socialismo
Es dable, una vez aclarado esto, referirnos al socialismo como piedra angular de los partidos populistas (al menos en Latinoamérica). Es uno de los términos más manoseados de la política en general y probablemente no tengamos una idea muy clara de su naturaleza totalitaria.
Marx, padre de dicha ideología, vivió a mediados del siglo XIX y dirigió su obra hacia Alemania e Inglaterra (países industriales) los cuales jamás pusieron en práctica sus ideas. Los países que lo hicieron fueron mayormente agricultores que no contaban con los requisitos que el mismo autor exigía (capital, manufactura e industria). Es a causa de esto que muchos afines al socialismo justifican el fracaso del socialismo soviético junto con su falta de democracia totalitarismo y burocracia estatal.
El socialismo literalmente está definido en 10 pasos expresados en el “Manifiesto Comunista”. Entre esos pasos encontramos expropiación de la propiedad privada, expansión de empresas estatales, impuestos fuertemente progresivos, abolir derecho a herencias y trabajo infantil, entre otros. Una vez que se completan estos diez pasos, para el autor, vivimos en socialismo.
Debemos entenderlo solo como una primera fase, sucedida por una nueva sociedad, un nuevo hombre con una mente nueva. En la fase dos hallamos el comunismo en donde no existen el estado, el dinero ni la propiedad privada. Cabe destacar que Marx jamás nos explicó como este hombre nuevo iba a poder prescindir de sueños propios, anhelos y ambiciones, pero no hay que olvidar que aún no existían todos los conocimientos de psicología de los que hoy disponemos.
No hay que pasar por alto que todos aquellos estados que pusieron en práctica la agenda marxista se vieron hundidos en un fracaso sin precedentes. Comenzando por Trotsky, Stalin y Lenin. Los mencionados al ver que el nuevo hombre no surgía se vieron obligados a plagar Rusia de “Gulags” (campos forzados de trabajo). Es decir que, en lugar de desaparecer, el estado deviene en totalitario.

Síntesis anatómica
Existen y existieron diversos casos de populismo, cada uno con sus características particulares. Pero, sin dejar de lado que tienen la misma base anteriormente citada, es posible determinar al menos cinco puntos que los unen a todos ellos. Dichos puntos constituyen la anatomía del sistema populista según la obra de Axel Káiser y Gloria Álvarez.

1.       El odio a la libertad y la idolatría hacia el estado: la mentalidad populista se caracteriza por esperar de otro soluciones a problemas propios. Es aquí donde aparece un estado paternalista que vela por satisfacer todas las necesidades humanas. El mismo dirigido por un líder carismático, un mesías que viene a salvar a las victimas sufrientes y a asegurarles un lugar en el paraíso que el mismo creara. Dice encarnar al pueblo, un pueblo revestido de todas las virtudes[2]; y cualquiera que se oponga a este líder populista, por lo tanto, está en contra del pueblo. El comienzo es la polarización ideológica.
En una segunda fase encontramos la eliminación de libertades económicas, un estado gigantesco que se mete y controla todo. Millones de personas pasan a depender del estado. Pero esto no es ninguna novedad, es la misma base ideológica del nazifascismo europeo. Decía Benito Mussolini: “el liberalismo negó al estado en nombre del individuo, el fascismo lo reafirma”.

2.       Complejo de víctimas: es tan simple como culpar a otros por todos los males de la sociedad. Se fomenta sobre esa base el odio de clase y el resentimiento contra algún supuesto enemigo interno y/o externo que conspira para mantenernos en la pobreza y el subdesarrollo.
Carlos Rangel nos explica su origen en el mito del buen salvaje. Según el cual, dios no destruye el paraíso en la tierra sino que este quedaba circunscripto a alguna región perdida en el mundo. Para Michel de Montaigne, el buen salvaje habitaba en américa, pues los europeos ya habían degenerado sus virtudes naturales.
El mismo escritor francés es culpable de no de los mitos más destructivos de la historia, según el cual, cuando uno gana algo es porque otro o pierde. No menos significativos fueron los aportes de Rousseau[3] al decir que el hombre de américa era puro moralmente, no conocían las pasiones degeneradas. Había igualdad material, nadie sometía al otro, por lo mencionado, el origen de todos los males es la propiedad privada.

3.       Paranoia anti neoliberal: “si no te portas bien, voy a llamar a los neoliberales” amenazaba a su hijo, López Murphy, de manera irónica. Esta paranoia es imprescindible para justificar su de otro modo indefendible ambición de poder, la cual pasa por reducir las libertades[4] de las persona lo más posible para enaltecer el poderío del estado.
Suele alegarse que genera desigualdades[5] (aunque la doctrina clásica jamás dijo que el libre comercio beneficie a todos siempre), que  industrias locales desaparecerían (lo cual es cierto, aunque los precios más accesibles de productos extranjeros dejarían un remanente pecuniario que permitiría la aparición de nuevas empresas más prosperas que no dependan de las decisiones del estado) y que una sociedad no puede evolucionar en medio de tanta opresión (pero la otra opción implica nivelar para abajo imponiendo solidaridad por la fuerza en una suerte de democracia totalitaria).

4.       La pretensión democrática: de la mano con la paranoia anti neoliberal surge este elemento que intentaremos explicar a continuación. Nos remite al uso y abuso de la “democracia” por parte de los líderes populistas. Para Rousseau, no debía haber límites a la decisiones de las mayorías porque el gobernante siempre representaba de manera infalible la “voluntad general” del pópulus.
En este maremágnum de estratagemas tendientes a adquirir la mayor cantidad de poder posible debemos recordar las palabras del filósofo Gottfried Dietze: “la democracia es considerada un medio para proteger los derechos del individuo. Esta, entonces, limitada por la obligación de proteger esos derechos”.
Fueron los jacobinos en la revolución francesa los primeros en ver a democracia como un instrumento para igualar a los individuos de manera material y no formal. El propio Rousseau decía que la sociedad se basaba en un contrato en el cual cada individuo se somete a la voluntad general.

5.       La obsesión igualitarista: es común en los regímenes populistas que se alegue a existencia de un grupo que tiene mucho y uno que tiene muy poco y por tanto debe confiscarse al que tiene más para repartir, sin hacer distinción alguna entre el que adquirió sus riquezas mediante trabajo honesto, trampa o privilegios arbitrarios.
Como dice George Orwell, los predicadores de la igualdad que lideran la revolución no quieren abolir privilegios sino transmitírselos a ellos mismos y asegurarlos más que sus antecesores. (Solo por mencionar un ejemplo recordemos a Fidel castro que, según la revista Forbes, tenía un patrimonio valuado en 900 millones de dólares)

Epilogo
Este trabajo no es más que un minúsculo ensayo, producto de una investigación de iguales características, con el único objetivo de buscar una explicación y un análisis sistematizado de aquel germen tan presente en nuestra sociedad que, concluimos, debe ser desarraigado cuanto antes.
Y, si realmente queremos autoproclamarnos defensores acérrimos de a libertad, debemos encabezar esta lucha. ¿Cómo? Queda a criterio de cada uno, pues el análisis de una solución excede a los fines de este trabajo.

Una vez dicho esto, como diría el latino: sisto calamum




[1] Esta confusión de conceptos, propiamente jacobina y marxista a posteriori, es para muchos el sustento mas importante que tienen estos regímenes que, de otra manera, resultarían abandonados por sus seguidores.
[2] ¿Qué entendemos por “pueblo”? para Sagües, si analizamos con detenimiento la constitución nacional podemos decir que cada vez que la carta magna emplea el termino parece referirse al cuerpo electoral. (art 44 por ej.)
[3] A su vez, al mayor enemigo de la libertad de todos los tiempos, debemos atribuirle la frase “si existiera un reino de dioses seria gobernado democráticamente, ya que este sistema es perfecto, pero tal perfección no es característica de los hombres”
[4] En consonancia con la anterior cita de Rousseau en su célebre “contrato social”, pareciera darnos la pauta de que el estado de ninguna manera puede confiar en las capacidades de su población para salir adelante y por ende, coartar sus libertades solo puede beneficiarlos.
[5] El profesor Sala-i-Martin de la universidad de Columbia refiere que: “el capitalismo no es un sistema económico perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás he visto.”

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